Carlos Fuentes nació en Panamá, pero la razón fue que su padre era diplomático, de manera que su nacionalidad es mexicana, como sus padres. Estudió y vivió en distintos países, de acuerdo adónde era designado su padre. Estuvo en Argentina y Chile. Unos meses al año, de vacaciones, iba a México.
Parte de los estudios universitarios los hizo en México; otra, en Suiza. Vivió en Estados Unidos, Francia y anduvo de un lado al otro. Sin embargo, no perdió, en su obra, muchas de las características típicas de la literatura mexicana.
Empezó a ser conocido con La región más transparente, pero su consagración con la novela La muerte de Artemio Cruz, en el que cuenta la vida de un rico hacendado que recuerda su pasado mientras está a punto de morir. La historia de Artemio Cruz es, para mí, su mejor obre.
Fuentes formó parte del Boom latinoamericano de los sesenta y, después, pasó a ser uno de esos escritores aceptados en los círculos intelectuales y académicos que lo llenaron de premios, pero no consiguieron que ganara el Nobel. Hubiera sido una exageración. Fuentes fue un buen escritor, influenciado (lo que no es raro) por William Faulkner, Octavio Paz y otros, en menor medida.
Algunos dicen que Gringo viejo (basado, en parte, en el escritor estadounidense Ambrose Bierce y de la que hicieron una mala película) es una obra notable, a mí me parece mediocre, igual que Terra Nostra y Aura. A Fuentes le reconozco el buen empleo de la lengua y la búsqueda de expresar la historia y las características sociales de México. A lo mejor, es bastante. Pero está muy lejos de escritores latinoamericanos como Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges o Julio Cortázar y no agrego otros para no cansar. Digo esto pensando en esos críticos que lo endiosaron.
Fuentes nació en 1928 y murió en 2012.