Harold Pinter, que nació en Londres, el 10 de octubre de 1930 y murió en Londres, el 24 de diciembre de 2008, fue un dramaturgo inglés.
Perteneció a una familia de clase media, de ascendencia judía y con un padre sastre.
A Pinter le gustaba el teatro, el deporte, la bebida y las mujeres (no puedo afirmar en qué orden). Lo que no le gustaba era el estudio sistemático, razón por la que interrumpió su aprendizaje en la Real Academia de Arte Dramático . Tampoco le gustaban las acciones bélicas y se negó a prestar el servicio militar, alegando objeción de consciencia. Lo llevaron a juicio, lo multaron, pero no lo hizo.
Toda su vida la pasó como activista en contra de todas las guerras y la segregación racial, en especial la que Gran Bretaña permitía en Sudáfrica.
Se casó, tuvo un hijo y varias amantes. Una de ellas fue la causa de su divorcio. No porque abandonara a su mujer por la amante, sino porque la esposa se enteró de la infidelidad. Ya la había engañado más veces que dedos de las dos manos y, a esa altura, empezaba a oxidarse y se descuidó.
Actuó en muchas obras teatrales, en televisión y películas. Sin embargo, nadie elogió demasiado su trabajo. Laurence Olivier, no era.
Sí era un buen dramaturgo. Lo prueban sus veintinueve obras teatrales.
En el comienzo, es deudor de Samuel Beckett. Sus primeras obras tienen la característica de llegar, desde la normalidad, a una posición absurda por el comportamiento extravagante de un personaje, como en El cuidador.
En la década de 1960, inicia una etapa con obras más sólidas, que contienen referencias personales y políticas. De esta época son Silencio, Tierra de nadie, Viejos tiempos, Traición y Voces de familia, entre otras.
En los años ochenta, escribe obras más profundas y comprometidas, tocando temas sobre los derechos humanos y sus violaciones. De esta clase son El invernadero (trata del autoritarismo y los abusos de poder), en paso de comedia. Cenizas a las cenizas, Luz de luna y, sobre todo, Celebración, que están entre las mejores de su producción.
Escribió buenos guiones de cine para películas, como El sirviente (adaptación de la novela de Robin Maughan); La amante del teniente francés (de la novela de John Fowles) y El último magnate (de la novela inconclusa de Scott Fitzgerald), entre muchos otros, incluidos de sus propias obras teatrales.
Ganó el Premio Nobel de Literatura, en 2005.
