
Molière, que nació como Jean-Babtiste Poquelin en París, el 11 de enero de 1622 y murió en París, el 17 de febrero de 1673, fue un dramaturgo francés.
Se quedó huérfano de madre a los diez años, estudió con los jesuitas, se recibió de abogado y trabajó como tapicero en la corte, sustituyendo a su padre. Se casó y tuvo una hija y dos hijos.
Lo que le importaba era el teatro y a eso de dedicó. Pero hay algo que no se debe perder de vista: Molière es el creador de la Comedida francesa y uno de los más importantes dramaturgos de la literatura universal.
De estar en la ruina por sus deudas con el teatro, pasó a tener una enorme popularidad por sus sátiras contra la sociedad, en especial, la hipocresía de los aristócratas y de los curas.
La iglesia católica lo condenó al infierno y sus obras fueron prohibidas.
De todas maneras, siguió adelante y escribió Tartufo, en la que ridiculizó a la iglesia y que se convirtió en un clásico del teatro. Luego, Don Juan, que es su obra maestra, aunque El ávaro no le va muy atrás.
El misántropo, El médico a palos y El enfermo imaginario son otras tres de sus mejores obras, entre una buena cantidad que escribió.
Al morir, su viuda consiguió que el rey diera permiso de enterrarlo en el cementerio. Los curas no dejaban que los actores fueran sepultados en camposanto porque eran "seres inmorales". Razón tenía Molière en tratarlos de hipócritas y burlarse de ellos.
Escribió su propio epitafio. Dice: "Aquí yace Molière, el rey de los actores. En estos momentos hace de muerto y en verdad que lo hace bien".