
Rubén Darío, que es el seudónimo de Félix Rubén García Sarmiento, fue uno de los grandes poetas de América.
Nacido en Nicaragua, resultó, en su tiempo (fines de siglo diecinueve, comienzos del veinte), el poeta más influyente y el más recitado (en tiempos en que la gente, incluso la común, recitaba poemas). Representante máximo del modernismo literario de la lengua castellana, se casó dos veces, tuvo tres hijos
Como dice en uno de sus poemas más famosos: "Con Hugo, fuerte; con Verlaine, ambiguo", tuvo las influencias de ambos poetas franceses, más la de Théophile Gautier.
Dominó la métrica, el ritmo y la rima como pocos, o nadie. Usar una palabra como "hipsipila" en su notable poema ""Sonatina", de enorme éxito y, diría, el más recitado de todos, me parece fantástico. Eso sí, todo es extraordinario en Darío poeta si se lo lee como un poeta de su tiempo y que escribía poemas que trasladaban a un mundo inexistente. Dragones, princesas tristes, parajes exóticos recorren de manera maravillosa el mundo que creó. Un mundo en el que la poesía es bella, alejada de los temas que duelen; a millones de kilómetros de la pobreza, las injusticias sociales, las guerras, el racismo.
Algo interesante en sus versos es que consigue asociar dos sentidos: la vista y el oído. La poesía de Darío es para leer y escuchar. Y se la disfruta tanto leyéndola como oyéndola recitada.
En los años finales de su vida, ya enfermo, sus poemas pierden la superficialidad y el exotismo y se vuelven profundas reflexiones sobre la vida, como en "Yo soy aquel que ayer nomás decía el verso azul y la canción profana".
Azul, Prosas profanas y Cantos de vida y esperanzas son sus mejores libros. Escribió algunos libros en prosa, sobre todo, de reseñas de poetas.
¿Qué puedo decir? El tipo está pasado de moda, pero es grandioso lo que escribió. Y a mí, que tengo alma tipo principios de siglo veinte, me gusta y me sé de memoria varios de sus poemas. Y creo que nadie que tenga interés en la literatura puede dejar de leerlo.
Darío nació en 1867, y murió en 1916.