Walter Scott, que nació en Edimburgo, el 15 de agosto de 1771 y murió en Abboosford, el 21 de septiembre de 1832, fue un escritor escocés.
Era hijo de un abogado y estudió abogacía en la Universidad de Edimburgo. Contrajo poliomielitis y quedó rengo. Se casó y, con su esposa, tuvieron dos hijas y dos hijos.
Logró reconocimiento por su extenso poema El canto del juglar, al que le siguieron Marmion, La dama del lago y El señor de las islas.
Scott se convirtió en un poeta de envergadura y uno de los principales del romanticismo en lengua inglesa.
Comenzó a escribir novelas, que serían las que mayor fama le darían. Con un carácter histórico, algunas de ellas, como Ivanhoe (un clásico de las novelas de caballería) y Rob Roy, basado en un individuo real que la leyenda transformó en una especie de Robin Hood escocés, se convirtió en obras duraderas.
Scott fue un escritor del romanticismo y el carácter histórico de sus obras es parte del romanticismo de inicios del siglo 19, en el que se daba una especial importancia a lo nacional.
Antes de morir, por sus malos negocios editoriales, en los que tenía socios, contrajo una deuda enorme. Sus socios se presentaron en quiebra. Él se negó. Consideró que estaba en juego su honor y se negó a presentarse en quiebra.
Aceptó pagar, pero se murió sin poder liquidar la deuda. Después de su muerte, toda la deuda, de 120 mil libras esterlinas, una fortuna en la época, fue pagada en su totalidad con la venta de sus derechos de autor.
Lo que se dice: todo un caballero.