
William Burroughs fue un escritor estadounidense. Perteneció a la llamada Generación Beat, de la que fue uno de los iniciadores junto a sus amigos Jack Kerouac y Allen Ginsberg, con los que se sentía unido por la misma idea de experimentar en literatura y consumir la mayor cantidad de drogas que se pudiera.
Nacido en una familia a la que la plata le sobraba, careció de problemas económicos y estudió en Harvard. Era homosexual y un importante consumidor de heroína.
Perteneció a la clase de estúpidos que se fotografían con revólveres, rifles y cuchillos. Lo que tiene un gran significado, si se lo busca con una mirada que no sea machista y se relaciona con algunas cosas que le pasaron.
Este tipo mató a su segunda esposa de un balazo en la cabeza. Estaba en México y se puso a jugar al Guillermo Tell. A la pobre idiota le puso una manzana en la cabeza. Disparó. Le erró. La mató. (Dije pobre idiota porque no solo se casó con un homosexual, sino que dio su consentimiento para ser parte de esta escena en la que se dejó utilizar por un enfermo mental drogado hasta el coxis).
A las semanas lo dejaron libre. Tenía por detrás la empresa multinacional Burroughs Corporation, fundada por su abuelo. Y por lo mismo que a un negro le hubieran dado prisión perpetua, a él le dijeron: "No vuelvas a jugar a Guillermo Tell". Él prometió no volver a hacerlo y, como a todos los blanquitos llenos de plata, le abrieron la puerta para que se fuera a jugar con sus drogadictos amigos.
Ni siquiera lo obligaron a hacer un tratamiento para curarse. Aunque la estupidez no se cura. Están sus fotos con armas, posteriores al asesinato, que lo demuestran.
Como literato, escribió de manera casi autobiográfica, tocando los temas preferidos por una parte de la juventud estadounidense de fines de los años 1950 y comienzos de 1960: las drogas y el sexo. Las narraciones tienen un lenguaje en el que mezcla surrealismo, dadaísmo (plagiado por Bryon Gisin, que lo llamó, como si fuera su creación, cut-up (que vendría a ser: recortar textos y pegarlos en cualquier orden).
Al enredo de palabras de lo que los críticos llaman su obra experimental, se oponen otros libros, escritos en sus comienzos y en el final de su carrera, en los que la narración es convencional.
Entre sus libros están: El almuerzo desnudo (que debe ser su mejor obra), Yonqui, Queer y Ciudades de la noche roja, una trilogía bastante equilibrada en el estilo.