
William Faulkner fue uno de esos escritores que son distintos a todos. De la clase que se distinguen entre cien mil que nacen en el mismo siglo. Faulkner, desde joven, decidió su destino. Integrante de una familia muy rica y poderosa de Mississippi, abandonó la facultad y se alistó como piloto de la Fuerza Aérea Británica, en la primera guerra mundial.
Al volver, trabajó en el banco de su abuelo y, como no tenía la intención de llegar a gerente, se mandó a mudar y se dedicó a pintar paredes, alistarse con los bomberos, hacerse cartero para repartir cartas casa por casa y entró al periodismo. Después, le pareció que tenía que recorrer un poco el mundo, se fue a París y viajó por media Europa. Un día amaneció romántico y le propuso casamiento a Estelle Oldham. Ella le dijo que sí y se casaron.
De ahí en adelante, se fue a Mississippi y se estancó en el sur de Estados Unidos el resto de su vida, con alguna que otra ida a alguna parte. El sur con sus formas de vida, prejuicios raciales y familias con patriarcas que controlaban el poder fue decisivo en su obra.
Los primeros libros que publicó, como La paga de los soldados o Mosquitos pasaron sin pena ni gloria y con razón porque son mediocres. Pero el talento estaba y publicó, con la influencia de James Joyce, El ruido y la furia y empezó a construir su gloria.
Cuatro personajes, incluyendo a un retrasado, cuentan la historia una familia sureña. La novela tiene las características experimentales que usó en otras y fue un extraordinario éxito de crítica y quedó inscrita dentro de las novelas fundamentales de la literatura universal.
Le siguió Mientras agonizo, en la que la historia se desarrolla alrededor de la la muerte de Addie Budren, esposa de una granjero pobre. y el deseo de ser enterrada en Jefferson, junto a su familia rica. Faulkner usa quince narradores, que se expresan mediante la técnica del flujo de consciencia (que podría definirse, en forma amplia, como un monólogo interior).
Con Santuario, provocó polémicas por el tema central de la violación, pero el libro resultó una indudable obra maestra y su libro más vendido hasta entonces (el sexo siempre vende).
Luz de Agosto (en la que, a mitad de su lectura, me dije: "¿Cómo puede este hombre escribir así?" Me parecía imposible que alguien llegara a semejante nivel narrativo). La novela tiene dos hilos conductores: la historia de Lena Grover buscando al responsable de su embarazo y a Joe Chrismas, que es mitad hombre blanco y mitad hombre negro. La novela alcanza alturas narrativas notables, una fuertísima vibración emocional y un manejo del lenguaje difícil de igualar.
En Absalón, Absalón!, la estructura lineal vuelve a ser rota para dar paso a una narración donde se entrecruzan los recuerdos y las conversaciones.
La mayoría de los relatos de Faulkner transcurren en el ficticio contado de Yoknapatatawpha (origen del Macondo de Gabriel García Márquez y del pueblo de Comala de Juan Rulfo). A través de sus novelas y cuentos, se va conociendo toda la historia del condado: Jefferson, su capital, el racismo, la terrible separación de clases sociales con los potentados dueños del poder y la poco influyente clase media, los blancos pobres, los indios y los esclavos negros.
Faulkner inventó un universo y una forma de narrar. Su prosa tiene una enorme potencia, un empleo casi inalcanzable del idioma y una creatividad que lleva a que el lector nunca pueda estar seguro hacia dónde va. Frases alargadas hasta donde se le da la gana, paréntesis que no se cierran, quiebres temporales, todo es posible para su imaginación narrativa.
No tengo ninguna duda de que Faulkner es uno de los mayores creadores de la literatura universal y uno de los más influyentes (lo que saben muy bien las decenas de escritores latinoamericanos influenciados por él). Se me pasó nombrar un cuento que es una joya "Una rosa para Emily". Un clásico del relato breve. También, me olvidé de una condición que debe tener todo escritor estadounidense de primera categoría: Faulkner era alcohólico.
Faulkner nació en Estados Unidos, en 1897, y murió en 1962.
Ganó toda clase de premios, desde ya, el Pulitzer y, muy merecido, el Nobel.